martes

En el principio...

Una cosa es hablar. Otra, hacerlo ante un micrófono y transmitir un mensaje. Tuve una primera vez para averiguarlo.
Desde niño me di cuenta que mi voz llamaba la atención de las visitas a la casa. Más de alguno comentaba acerca de la potencia de expresión de ese chiquillo. En la escuela básica fui llamado a intervenir en las ceremonias cívicas y siempre estuve demasiado nervioso, temiendo fallar.

Algunas veces salió bien, otras no. Tal parecía que mis maestros daban por sentado que yo lo haría excelente, sin detenerse a pensar que en realidad era bastante tímido y que no estaba plenamente consciente de cómo hacer de maestro de ceremonias de una manera impecable. Ellos sólo me ponían ahí y ya.

Sonrío al recordar más de una vez mi lengua trabada, o tartamudeando y con unos deseos terribles de salir de ahí, huyendo. Evidentemente no lo hice nunca, pero la verdad era que me costaba un trabajo enorme. Alguna vez tuve incluso que improvisar pues a causa de los nervios hasta se me llegaba a nublar la vista y no alcanzaba a leer el papel en mis manos. Con todo, jamás fui sacado del templete.

Más tarde, en la adolescencia, en la escuela básica media descubrí que en realidad me significaba un esfuerzo terrible articular una palabra coherente no ya ante un auditorio sino frente a alguna chica que me gustaba. Fue una época tremenda. La novedad fue que en la clase de Música, mi profesor Aurelio Escudero insistió en que yo debería formar parte del Coro. Y heme ahi que más a fuerza que de ganas participé en el dichoso asunto y no había ceremonia o festival en la Escuela Secundaria 121 "Rabindranath Tagore" en el que no participara a veces en el Coro, y a veces haciendo alguna alocución a los Héoes de la Patria... uuuf.

Yo sabía de manera solamente intuitiva, que la voz era importante, que podía hacer cosas con ella, pero no tenía la menor idea del cómo. Huelga decir que el entorno familiar, sin un padre y con una madre poco amorosa, siendo "el hombre de la casa" y teniendo que trabajar desde la edad de 6 años, era difícil no ser un tanto retraído y despistado.

Aún adolescente no sabía siquiera a que me iba a dedicar. Era lógico entonces que no percibiera que poseía una herramienta muy útil y que si la conociera a fondo y la pulía me serviría de mucho. Tuvieron que transcurrir muchos años y un montón de cosas más para ver a lo lejos que había un camino.

No hay comentarios: